Intimidad y libertad en la obra de Joaquín Ferrer Millán

Quizá el aspecto más destacable del proceso creativo de Joaquín Ferrer, y de su evolución en el tiempo, pudiera ser la fidelidad a sí mismo, y un sentimiento irrenunciable de libertad. Su obra es consecuencia de su sentido de la honestidad como creador;  la honestidad que con frecuencia hallamos en un  artesano. Sentido de la honestidad que coincide con el que Eusebio Sempere, en alguna ocasión o entrevista, declaró tener en relación su propio proceso creativo.

 

Coincidencia que de ninguna manera puede llevarse al terreno de la influencia, como al principio de la trayectoria profesional de Joaquín Ferrer, se quiso ver en algunos foros. Creo que no es así, que la obra de Sempere no influyó en la del joven creador, ni en su trayectoria posterior; son conceptos diferentes en cuanto a la utilización de la línea como lenguaje. La línea en Sempere está al servicio de la geometría de la cinemática; en Joaquín Ferrer la línea es el medio para materializar las sensaciones originadas en la observación de la naturaleza, del mundo natural, del objeto material, sin estar sujeta a los planteamientos de ninguna disciplina.

 

Porque ese mundo abstracto e irreal, que contemplamos en los cuadros de Joaquín Ferrer, ha nacido de la contemplación, de la observación de un mundo de figuras orgánicas o inorgánicas, que asimila y deposita en su mundo íntimo, llevándolas luego al lienzo, o al papel, desprovistas de cualquier relación figurativa, como expresiones abstractas.

 

En esta última etapa en la evolución de su obra, que hoy contemplamos, Joaquín Ferrer ha abandonado el lienzo para utilizar el papel como fondo de sus creaciones cromáticas. Papel con cuya blancura el artista se enfrenta, para trasladar a la tersa superficie las sensaciones experimentadas en la soledad de la contemplación, que se integraron de forma natural en el ámbito de su intimidad.

 

Utilizando el tiralíneas como único instrumento y una amplísima variedad de colores acrílicos, van surgiendo, sobre la blancura del papel,- como si se tratara de la minuciosa labor de un bordador que, con un seleccionado conjunto de hilos de colores, define sobre el tejido base una bella combinación cromática, no siempre figurativa,-unas formas que evocan las que antes había observado y que, tras un proceso previo de abstracción, adquieren la definición de unas nuevas realidades, quizá nostalgia de las observadas, pertenecientes a un mundo nuevo e indefinido.

 

El equilibrio logrado en la construcción de esas formas, creadas sin  intención de imitar a la naturaleza está lo suficientemente consolidado para resistir el impacto del proceso de coloración del papel base, mediante la utilización de la acuarela. Proceso comprometido y delicado para obtener un fondo que, sin competir, sino acogiendo equilibradamente, sostenga la previa labor creativa. En sí, ese fondo es a su vez por la textura cromática y tratamiento de la superficie, un elemento independiente de la expresión que sustenta; tiene personalidad propia, pero está al servicio de las formas contenidas y que sólo el artista sabe si fue concebido antes de empezar el cuadro o es al que el proceso creativo le ha llevado.

 

Proceso creativo, realizado con la libre voluntad de quien, sin traicionarse, dueño de sí y de sus medios, se entrega al acto de dar vida a una realidad nacida de las sensaciones y emociones que, las imágenes ofrecidas por la naturaleza, han provocado en la intimidad sensible del artista. Realidad abstracta, o en ocasiones no tanto, pero que siempre nos permite identificarla, sin duda alguna, como una creación de  Joaquín Ferrer Millán.

 

José Félix Méndez. Enero 2023

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