El dominio de la técnica, la línea y el color
El universo interior de Joaquín Ferrer Millán es extremadamente rico, delicado y sutil, y prueba irrefutable de ello son sus pinturas, en las que nos traslada a un mundo de formas redondeadas, curvas y sinuosas, de líneas suaves y ondulantes, de figuras irregulares y trazos libres que, de alguna manera, nos recuerdan la naturaleza.
Historiadora del Arte
Disciplinado técnicamente, la fusión entre el arte óptico y la abstracción orgánica define su estilo pictórico. Se inspira en las estructuras naturales, buscando la fluidez, la línea curva, las siluetas alabeadas y la libertad poética en un sinfín de líneas que se entrecruzan y superponen modelando diferentes juegos ópticos.
Sus formas orgánicas son reconfortantes a la vez que expresivas, transmiten energía y movimiento, irradian una sensación de unidad con el entorno natural. Imágenes que aglutinan los efectos del movimiento y la geometría, con significados solo conocidos por el propio autor.
Reniega de los colores puros, mostrando un refinado gusto por los mezclados en un completísimo catálogo de tonos terrosos, ocres, rosas, azules y verdosos combinados de forma virtuosa ayudando, así, a la comprensión visual de las figuras.
Joaquín posee unas innatas cualidades para el dibujo, que cultivó de manera autodidacta. No obstante, este hecho no es completamente casual, pues aprende de su padre la meticulosidad que requiere el dibujo técnico, y de su madre, la pasión por el dibujo artístico. A la hora de realizar una obra, la composición no nace por azar en el momento mismo de su realización, sino que previamente planifica e imagina el dibujo que va a plasmar. El resultado final está decidido antes de enfrentarse al papel o al lienzo en blanco sobre el que, con paciencia infinita, va trazando con pintura acrílica las líneas que conforman el diseño previsto.
Este zaragozano inicia su recorrido artístico en 1977 en Ia Galería de Arte Berdusán, manteniendo una constante presencia individual en las principales galerías y salas de arte no solo zaragozanas y aragonesas sino también españolas, en ciudades como Valencia, Logroño, Bilbao, Santander, Valladolid, León, Pontevedra, San Sebastián, Guadalajara o Pamplona, destacando las exposiciones en el Palacio de Sástago en 1988, Luxemburgo en 1996 (Corte de Justicia de las Comunidades Europeas) o las tres en la Galería Orfila de Madrid (1994, 2001 y 2018). También fecunda ha sido su actividad expositiva colectiva, así como su participación en certámenes pictóricos, donde ha cosechado valorados premios.
Cuadros de fondos sin perspectiva poblados de formas orgánicas, oníricas e irreales que configuran sus características atmósferas de líneas ondulantes y sinuosas. Seres ingrávidos que parecen flotar, elevarse, descender o posarse etéreamente con una sutilidad maravillosa sobre un horizonte de fondos neutros o degradados que los envuelven cálidamente para de ese modo despertar nuestra imaginación.
En el panorama artístico zaragozano y aragonés, Joaquín Ferrer Millán ha sabido crear un lugar propio, definido y personal, caracterizado por una sensibilidad y un refinamiento indudables que lo conectan con artistas tan relevantes como Joan Miró, Yves Tanguy, Wassili Kandinsky o Mark Rothko.
Pilar Bernad Esteban
Historiadora del Arte
